Descubrir árboles monumentales
posteado en Senderismo y Trekking por Jon Pérez Feito
La carrasca milenaria de Lecina acaba de ser elegida como candidata española a Árbol Europeo del Año. El próximo 21 de marzo, coincidiendo con el Día del Árbol, sabremos si se alza con el título. Lo consiga o no, el hecho de que exista esta curiosa competición nos recuerda que los árboles monumentales son los grandes olvidados del espectáculo de variedades de la naturaleza.
Cuando alguien es incapaz de observar un problema en su conjunto y se obceca en centrarse solamente en una de sus partes, solemos decir que los árboles no le dejan ver el bosque. Como metáfora es muy acertada, sin duda, pero lo cierto es que en el mundo real lo más habitual es que sea el bosque el que no nos deje ver los árboles. Prueba de ello es que en nuestro país existen miles de árboles singulares por su edad, su porte o su especie, y la mayoría de ellos son desconocidos incluso para quienes viven realmente cerca.
La web Monumentaltrees.com tiene registrados 1.797 árboles monumentales en España. En realidad no hay una definición exacta sobre lo que debe tener un árbol para ser considerado monumental. En esta web se recogen árboles singulares por su forma, por ser de una especie rara para su entorno, por su porte gigantesco o altura ciclópea, por tener un tronco increíblemente grueso, e incluso alguno que está verdaderamente reconocido como monumento nacional, como el Drago Milenario de Icod de los Vinos, en Tenerife. En cualquier caso, todos ellos son árboles que destacan en su entorno y merecen ser visitados.
Hace un tiempo os hablamos en Columbus del Tree Climbing, una modalidad deportiva que consiste en escalar árboles de gran porte. En este caso, en cambio, no os hablamos de subirnos a ellos (cosa que además, en muchos casos, estará prohibido), sino del simple hecho de acercarse a ellos para visitarlos y disfrutar de su singularidad. Y por si la idea no os tienta aún lo suficiente, ahí van cuatro razones para probar:
No es un accidente geográfico, es un ser vivo
Una cumbre o una cueva, son accidentes geográficos que, si bien sufrirán alteraciones a lo largo del tiempo, pueden considerarse más o menos inmutables. Un árbol, en cambio, es un ser vivo que nos ofrece un aspecto diferente al que pudieron ver nuestros abuelos, pero también al que podremos ver nosotros mismos con el próximo cambio de estación.
Muchos de ellos tienen historia
Muchos de los árboles catalogados como monumentales son objeto de leyendas. Del Tejo de Bermiego se dice que fue testigo del paso de las reliquias del arca santa en su camino de Jerusalén a Oviedo; y se dice que bajo las ramas del Castaño Santo, en Málaga, el rey Fernando el Católico celebró una misa.
Otros, en cambio, esconden vedaderos enigmas históricos; por ejemplo, un metrosidero en A Coruña podría ser la prueba de que españoles o portugueses llegaron antes que el capitán Cook a Nueva Zelanda.
Llegar a algunos de ellos es una aventura.
Muchos de los árboles monumentales de nuestro país están perfectamente localizados, y su acceso bien señalizado, algunos, incluso los podemos encontrar en mitad de grandes ciudades. Pero otros, en cambio, son un completo enigma. Sin ir más lejos, el segundo árbol más alto de los catalogados en nuestro país es un gigante desconocido. Apenas nadie conoce el lugar en el que este gigantesco abeto douglas eleva sus 63, 5 metros de altura, en una hondonada de un bosque gipuzkoano, cerca de la localidad de Albiztur. En internet podemos encontrar sus coordenadas, pero nada acerca del camino de acceso, por lo que a vista de pájaro únicamente contamos con un punto perdido en un mar verde. Y esto ocurre con muchos otros árboles singulares, de forma que, muchas veces, una salida para visitar alguno de ellos cuenta con el aliciente de la aventura.
Descubrimiento
La catalogación de árboles no es una actividad demasiado popular, así que es seguro que quedan cientos, quizá miles de árboles que merecen ser incluidos en el catálogo de monumentaltrees y que nadie ha tenido en cuenta todavía. “La caza” de árboles singulares podría ser, de hecho, una actividad en sí misma. ¿Quién se apunta?