Tormentas de verano. Cómo detectarlas y qué hacer si ya es tarde para huir
posteado en Sin categoría por Jon Pérez Feito
Hace un par de semanas Mámen Etxaniz nos contaba cómo durante la Transpirenaica que completó el verano pasado tuvo una experiencia bastante desagradable con una tormenta de las que tanto abundan en el Pirineo en las tardes de verano.
Y es que, aunque el verano es una época ideal para las grandes rutas, por la cantidad de horas de luz que ofrece y porque sus noches son menos frías, también es la época en las que las tormentas formadas por convección son más frecuentes en nuestras grandes cordilleras.
Es muy recomendable tener en cuenta esta eventualidad cuando planificamos actividades en verano. La buena noticia es que, generalmente, el fenómeno se forma ante nuestros ojos y un montañero atento puede detectarlo con cierta antelación.
Formación de una tormenta
Amanece sobre la montaña. El sol asoma sobre una vasta extensión de terreno húmedo por la condensación nocturna, la tierra está literalmente empapada. El día se presenta despejado, así que a medida que pasan las horas el sol va calentando el suelo, que a su vez caldea la capa de aire que está directamente en contacto con él. Este aire caliente comienza a ascender (como lo hace siempre el aire caliente) y se lleva con él la humedad evaporada del terreno.
En su ascenso, la masa de aire caliente ha dejado un hueco que es ocupado por el aire frío que desciende de las capas superiores. Se crea, por tanto, un flujo ascendente de aire caliente y húmedo y otro descendente de aire frío y seco. Pero claro, la masa fría no tardará en calentarse a su vez e iniciará su propio ascenso. Por su parte, la masa cálida se irá enfriando a medida que gana altura y, al hacerlo, la humedad que transporta se condensará en pequeñas gotas; a continuación, de nuevo fría y seca, iniciará el descenso para “llenar el hueco”, y el ciclo volverá a comenzar.
Y no solo se repite el circuito, sino que se acelera. Cada vez asciende más y más humedad y más y más rápido hacia las capas altas de la atmósfera. Ante nosotros se está formando una nube alta de aspecto algodonoso que muy pronto será un cumulonimbo. Está ahí, burbujeando a plena vista y ganando altura. Es una nube inquieta. Es la primera señal.
Dentro de esa nube, la fricción entre las corrientes frías y secas y las calientes y húmedas está electrificando el ambiente. Ese merengue gigante que aún no tiene un aspecto amenazante, es, de hecho, una batería colosal cargada de electricidad estática.
Al poco tiempo el fenómeno se ha acelerado tanto que en tierra no solo podemos ver lo que ocurre, sino que también podemos sentirlo; la nube está absorbiendo tal cantidad de aire que el viento nos llega caótico y racheado. Si estuviéramos volando por la zona con un parapente, ese monstruo nos aspiraría sin más (ya ha ocurrido), pero como estamos en tierra, aún tenemos algo de tiempo. Será mejor que nos demos prisa en buscar refugio, pronto correr no será recomendable.
La nube burbujeante es ahora un monstruo con forma de coliflor y de una altura tremenda. Su base ha empezado a oscurecerse y su cumbre se está aplanando. Ya tenemos encima un cumulonimbo completo. Y por si quedase alguna duda de sus intenciones, ya ha empezado a destellar aquí y allá…
Qué hacer si nos sorprende
Pongamos que hemos ignorado todas las señales: el desarrollo de la nube, las rachas de aire, el oscurecimiento de la panza, los destellos… ¿Qué podemos hacer si ya es demasiado tarde para escapar? Ahí van unos cuantos consejos:
- Abandona las zonas expuestas como cimas, crestas y explanadas despejadas.
- Deshazte de los elementos metálicos que lleves contigo, ya vendrás a por ellos más tarde.
- Apaga móviles, cámaras, gps y demás dispositivos electrónicos.
- No corras, y menos con la ropa mojada, pues al hacerlo ionizas el aire y creas corrientes que atraen los rayos.
- Aléjate de las corrientes de agua y de los elementos protuberantes y aislados, como árboles y bloques de roca, por mucho que te parezca que ofrecen algo de abrigo. Los bosques tupidos, no obstante, son un buen refugio.
- Si estás en un canal natural, ten cuidado con la escorrentía, puede arrastrar piedras.
- No te refugies en la entrada de una cueva o voladizo. Un refugio tiene que ser lo bastante profundo, de manera que puedas situarte a más de un metro de cualquier pared o de la entrada.
- Aíslate del suelo utilizando la esterilla, si tienes. Permanece sobre ella tumbado o en cuclillas.
- Tírate inmediatamente al suelo si notas que se te eriza el vello o ves que algún objeto metálico destella, es la señal de una caída de rayo inminente.
- Si has llegado a un refugio en condiciones, evita las corrientes de aire cerrando puertas y ventanas.