Esquiar por una nube. Mamen Etxaniz en Japón
posteado en Aventureros Columbus por Jon Pérez Feito
Mucha gente me preguntaba antes de marchar a Japón para esquiar: “Oye, ¿pero en Japón hay nieve?”. Pues sí, la hay, y a montones. De hecho, si mi memoria no me falla, fue allí, en Sapporo, donde Paquito Fernández Ochoa ganó la que a día de hoy sigue siendo la única medalla de oro olímpica española en la modalidad de esquí alpino
La isla de Hokkaido, al norte del archipiélago japonés, está situada de tal forma que los vientos procedentes de Siberia, unidos a la humedad propia del lugar, producen nevadas masivas e interminables en invierno. Realmente cuesta imaginarse semejantes paquetones de nieve sin poder verlas con los propios ojos.
Fue allí a donde volamos el año pasado un grupo heterogéneo de locos de la montaña, un magnífico cocktel a base de catalanes, madrileños, vascos y un twist de italiano. No hay jetlag. Según sales de la terminal el frío te abofetea y te ajusta el reloj interno sin miramientos. Es fácil ponerse en situación, teniendo en cuenta que es noche cerrada, la carretera es un cordón blanco y sigue nevando ¿a mares?
Está bien que sea así. No sería bueno, empezar con el pie cambiado, teniendo en cuenta que ¡aquí se conduce por la izquierda, mucho ojo!
Conducimos dos horas hasta llegar a nuestro primer destino: un pueblo sepultado bajo toneladas de nieve. Los tejados aguantan a duras penas los paquetes que se les acumulan encima. Fotos y más fotos.
Paradójicamente, a pesar de tanta nieve, Japón es un país de fuego; un archipiélago cosido por volcanes. Y es por ellos que hemos venido a deslizarnos con nuestras tablas. Nosotros hemos escogido el Yotei, de 1.898m., que se alza en la zona de Niseko, célebre precisamente por su estación de esquí.
Polvo japonés
La primera esquiada la efectuamos en una pequeña estación cerrada al público (por cese de actividad, no por la importancia de nuestra comitiva). Sus magnificas laderas nos sirven de toma de contacto. Sobran las palabras para describir nuestra felicidad. Powder y más Powder; nieve el polvo de la mejor del mundo. Como esquiar por una nube.
La estación tiene sus instalaciones cerradas, como digo, pero hay grupos de gente joven practicando catski, es decir, subiendo en retracks (tractores pisapistas) muy antiguos y bajando sobre las tablas.
Por dos veces nos aventuramos en los bosques que cubren las laderas del Yotei, e incluso ascendemos hasta dejarlos atrás (o abajo). Aquí el viento y el frío (de -15ºC) se alían para impedirnos alcanzar la cumbre. Que gracia que tan poca altura para lo que estamos acostumbrados constituya un reto inalcanzable. Pero da igual, estas laderas cubiertas de abedules hacen nuestras delicias, con cumbre o sin ella.
Por la tarde es tiempo de ponerse “serios” y acudir a los baños. Onsen es como llaman aquí a las maravillosos manantiales termales que jalonan estos volcanes. Un auténtico regalo después de tanto frío. Aquí nos sumergimos hasta que las piel recupera su color y luego se nos arruga y palidece.
Al cabo de cuatro maravillosos días y después de dar por imposible la conquista del Yotei, cambiamos de zona y nos acercamos hasta Furano. Es una zona más al sur que nos sitúa más cerca de Sapporo y que nos servirá para exprimir nuestros últimos días antes de abandonar Japón.
Nos impresiona la amabilidad y la simpatía de la gente de este país. Cuesta creer que sean tan solícitos y te presten tanta ayuda en todas partes. Más aún si tenemos en cuenta (o tal vez a causa de) lo increíblemente duro que es aquí el invierno. Y sin embargo, tanta nieve y tanto frío no son capaces de paralizar la actividad de esta gente.
En definitiva, Japón es un lugar único, no solo por su nieve en polvo, que es incomparable, sino también por la calidez de su gente. Un destino más que recomendable para esquiadores. Una nube de fuego y hielo que merece la pena cabalgar.
Domo Arigato !!!!!!!!