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Explorando la Inmensidad Blanca de Laponia

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Una aventura inolvidable en el Parque Nacional de Urho Kekkonen

Laponia, la región más septentrional de Finlandia, se despliega como un tesoro inexplorado que abraza las fronteras de Suecia, Noruega, Rusia y el mar Báltico. Renombrada por su naturaleza subártica, sus centros de esquí y los impresionantes fenómenos naturales como el sol de medianoche y la aurora boreal, esta tierra remota y escasamente poblada se abre al explorador intrépido. Rovaniemi, la capital, sirve como el portal de entrada a esta región encantada, rica en cultura saami y arraigada en el lejano norte.

El Parque Nacional de Urho Kekkonen, un monumento natural que abarca 2550 km², fue fundado en 1983 en honor a Urho Kekkonen, expresidente y ex primer ministro de Finlandia. Nuestra travesía de 11 días a través de los refugios estratégicamente situados en los alrededores del parque nos sumerge en la esencia de esta majestuosa tierra. 

Enfrentando el aislamiento y desafiando la brutalidad del terreno, transportamos nuestras comidas, sacos de dormir y la resistente tienda de campaña Columbus Discover Nature Ultra 3 en trineos a través de la vastedad blanca. Equipados con esquís, más anchos de lo normal para evitar hundimientos en la nieve, y protegidos con dobles botas de cuero y cubiertas contra el frío, nos adentramos en el gélido abrazo de Laponia.

Los refugios, oasis de calor en medio de la inhóspita blancura, ofrecen gas para cocinar y leña para encender fuego. Con la demanda creciente, realizamos reservas en mayo a través de su página web, reconociendo la importancia de tener un refugio para evitar las noches gélidas o, de lo contrario, enfrentarnos a dormir al aire libre.

Desde el inicio cerca del puesto de la policía forestal, experimentamos el fuerte frío inicial de -25 grados. Nuestros cuerpos tiritan al descargar los trineos, pero la necesidad imperante de calentarnos nos impulsa a comenzar la travesía. El paisaje, rodeado de ríos y pequeñas lomas, nos desafía a bordear y cruzar estos elementos naturales.

Los guardas forestales, trazando caminos con sus motos de nieve, facilitan nuestro paso al tirar de los trineos. La inmensidad helada y aislada nos envuelve en una serenidad inefable, tejiendo una conexión profunda con el lugar.

Atravesamos ríos helados y nos maravillamos con la pureza y calma del entorno. Sin embargo, la travesía no está exenta de desafíos, como la humedad que se adhiere a nuestros esquís, obligándonos a rodear zonas cerradas de vegetación y tirar de los trineos como mulas. Los primeros encuentros con renos nos ofrecen la oportunidad de disfrutar de un té caliente en este paisaje surrealista.

La llegada al refugio es un momento apoteósico que nos sobrecoge. Derretir nieve para obtener agua se convierte en una tarea crucial, a veces compartida con otros aventureros que llegan a la zona. Los refugios, divididos en zonas guardadas y libres, ofrecen una experiencia única, con llaves entregadas en Ivalo para acceder a las literas con colchonetas y garantizar una plaza reservada.

Los edificios anexos al refugio albergan baños orgánicos y suministros esenciales de madera y gas para garantizar la comodidad de los aventureros. Los cuadernos de notas en cada refugio registran nuestra presencia, contribuyendo al control del parque y la seguridad de los visitantes.

Las noches son encuentros de tradiciones, con fuegos al aire libre y parrillas para disfrutar de la comida. La desconexión total, sin cobertura telefónica y electricidad, nos sumerge en la dependencia del GPS satelital para orientarnos en este vasto terreno.

A medida que el clima cambia y los ríos se deshielan, cada día se convierte en una lección de decisión. Al tercer día, llegamos a la cabaña de Anterimuka, donada por un particular al parque, compartiendo dos días con un animado grupo de checos.

La noche nos sorprende con la llegada de la aurora boreal, un espectáculo indescriptible que nos sumerge en un momento de felicidad. La travesía nos lleva a un inmenso lago helado, Luijorarvi, donde atravesamos el hielo con precaución.

Los días finales nos llevan a la estación de ski Kiilopa, marcando el final de nuestra aventura. La conexión a la red eléctrica y la primera cerveza después de doce días nos recuerdan que estamos regresando a la civilización, pero la naturaleza salvaje de Laponia ha dejado una marca imborrable en nosotros. La inmensidad blanca, las auroras boreales y la conexión profunda con la tierra nos dejan con la certeza de que volveremos a explorar esta maravilla subártica.

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10 Ene, 24

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