Iceland Go Solo, una aventura soñada por Clelia Ponteri
posteado en Sin categoría por Aitor Etxebarria
Clelia Ponteri, una chica Italaiana con un apetito por la aventura insacialbe emprenderá próximamente un viaje increíble por la más slavaje Islandia, a lomos de su bicicleta. Se trata de un viaje para el que Columbus Outdoor aportará parte del material y que seguiremos con mucho interés; una aventura pura, muy al estilo de las que nos tiene acostumbrados Mamen Etxaniz. Aunque de momento son todo planes, nos parece que este es un buen momento para que conozcais a Clelia. Estamos seguros de que escuchando su relato será capaz de captar vuestro interés, ¡y de provocaros mucha envidia!
Hola,
Me llamo Clelia Ponteri, tengo diecinueve años y estoy planeando un expedición de ciclismo de montaña en autonomía en la que pretendo recorrer algunas de las zonas más remotas de Islandia.
Vivo en Milán, Italia, donde soy estudiante de biología y trabajo como mensajera en bicicleta. Me encanta mi ciudad, pero al mismo tiempo me resulta a menudo demasiado limitada. Por eso me escapo en cuanto puedo, montada en mi bicicleta, o haciendo senderismo, kayak… básicamente haciendo cualquier cosa que pueda organizar al aire libre. De hecho mi trabajo como mensajera en bicicleta tiene mucho que ver con esa actitud.
Otra de mis pasiones son las carreras de aventura. Mi padre es un veterano en este deporte y desde que tenía pocos años empezó a enseñarme y a hacerme probar todas las disciplinas que implica: trail running, bicicleta de montaña, escalada, kayak, orientación… A menudo vamos a correr juntos; de hecho hemos llegado a quedar en tercera posición en la Maratón Internacional de Montaña de Suiza, y hemos competido en muchas otras, como en la Carrera de Aventura de la República Checa del año pasado, o en el EcoChallenge Fiji2019, que fue mi primera carrera de aventura.
A todo esto, mi madre no se queda atrás: es experta en piragüismo, senderismo y cartografía. Cuando yo tenía 14 años recorrimos juntas el sendero Kungsleden, en Suecia, un recorrido de 180 km por la tundra.
Así que ya veis que gracias a mi familia siempre he estado cerca de la naturaleza y del deporte al aire libre. Sin embargo, fue durante un intercambio estudiantil en Nueva Zelanda cuando realmente floreció mi pasión por los espacios salvajes. Allí los deportes al aire libre son algo esencial y allí fue donde comprendí lo mucho que me gustaba este estilo de vida, montando en el caballo de mi familia de acogida, organizando excursiones con mis amigos, explorando cuevas… pero también asistiendo a clases al aire libre. Y es que ¡en las escuelas de Nueva Zelanda sobrevivir en la naturaleza es una asignatura que se imparte en el instituto!
Esto me permitió aprender a construir y sobrevivir en una cueva de nieve, a encender un fuego en una playa desolada bajo la lluvia, y a mejorar mis habilidades en kayak y escalada, entre otras cosas.
El verano pasado hice mi primer viaje en bicicleta en autonomía, durmiendo en una tienda de campaña y cargando con todo. Fui desde mi casa en Milán hasta Berna, en Suiza, donde vive un amigo mío. Aunque fue un viaje muy corto, me encantó cada minuto. No sabía básicamente nada de ciclismo (no es que ahora pueda considerarme una experta…) , así que pedí prestada una alforja a mi padre y únicamente utilicé una bolsa estanca atada a mi manillar con unas cuerdas para llevar mi equipaje. Durante el segundo día de mi viaje crucé algunos puertos muy duros. El de San Gottardo y el de Gurkayel de Grimsel, que definitivamente fueron mi parte favorita Cuando finalmente llegué a Berna tenía una cosa clara: quería hacer otro viaje en bicicleta, pero mucho más largo.
En octubre, después de un verano ajetreado, empecé a pensar en este largo viaje que quería hacer. Inicialmente pensé en empezar directamente desde Milán, sin recurrir a ningún avión, pero para cada ruta imaginaba en Europa encontraba el mismo problema: atravesar ciudades densamente pobladas y concurridas. Me siento más segura en la naturaleza que en cualquier zona “civilizada”. Entonces, por fin, encontré un vídeo de un viaje en bicicleta por Islandia. Pensé: “Qué locura, ahí es a donde voy a ir”.
Al principio, aunque me gustaba mucho la idea, el mío no era un plan muy concreto. Primeramente empecé a recopilar toda la información posible: durante un par de semanas dediqué cada minuto libre de mi vida diaria a leer, ver y escuchar entrevistas, artículos, descripciones, vídeos, post… Cualquier cosa que tuviera que ver con Islandia y la travesía de su parte más salvaje.
Cuanto más descubría, más me daba cuenta de que realmente era posible. Una comprobación de los costes del avión e confirmó que también era asequible. Aunque surgieron muchos problemas logísticos, ninguno me pareció absolutamente insuperable… aparte de algunas grandes incógnitas. Así que fui anotando esos obstáculos, intentando resolverlos uno por uno. ¿Dónde colocaría la caja de la bicicleta durante el tiempo que durara mi viaje? (en el avión la bicicleta debe viajar en una caja) ¿Cómo recoger todo el equipaje que necesitaba? ¿Qué ruta seguiría exactamente?
Sabía que un pequeño grupo ya había hecho la travesía este-oeste, y profundizando en las descripciones y en sus informes, encontré la ruta que habían transitado; la estudié y decidí recorrerla al revés, es decir, en dirección oeste-este. También descubrí que habían sido los primeros en intentarlo; es decir, que nadie la había completado en solitario.
Por otra parte, también me mantengo entrenada. Hace poco hice una excursión en solitario de cinco días por una ruta que sigue los montes Lariani, por encima del lago Como. Ya he hecho correrías, incuso más largas y duras, pero nunca completamente sola, así que me alegró mucho la experiencia y la disfruté mucho. También me encontré con mucha más nieve de la prevista y me tocó dormir en la tiende en noches muy frías, pero cada vez que ocurre un imprevisto creo que es un buen entrenamiento para Islandia
Hace unos días fui a dar un paseo en bicicleta con mis amigos y tuvimos un fuerte viento en contra tanto en la subida como en los descensos, pero también en Islandia tendré mucho viento, ¡así que mejor acostumbrarse!
Los principales problemas que me preocupan en este momento son la comida y vadear los ríos. Mi viaje en bicicleta tendrá más de 2000 kilómetros, pero lo más difícil será la parte en la que atravesaré la isla en dirección oeste-este. Al ser una ruta de 970 kilómetros de terreno salvaje y escarpado, podría tardar entre 8 y 11 días en completarla. Esto se debe a lo técnico del terreno, y a las condiciones meteorológicas muy cambiantes. Sin contar la de ríos que tendré que cruzar. Puede que tenga que esperar horas para poder cruzar algunos (en las horas más frías desciende algo el caudal). Tal vez descubra que no puedo hacerlo en absoluto. Esto podría significar horas de pedalear junto a los cauces buscando un vado; o tal vez abandonar la travesía.
Así que desde el momento en el que abandone la costa deberé llevar conmigo suficientes calorías para al menos 10 días. Y eso, claro está, es mucho peso, peso al que hay que sumar el de la ropa, el equipo, las herramientas y el material de acampada que he de llevar. Es por eso que estoy eligiendo el equipo que llevaré conmigo de una manera muy quisquillosa, cuidando cada gramo. También por esa razón he decidido utilizar mi bicicleta de confianza. Puede que no esté diseñada para el bikepacking, pero es muy ligera y muy eficaz.
Aún con muchas incertidumbres y muchas cosas por resolver todavía, estoy muy ilusionada con esta aventura y no veo la hora de partir. Estad atentos a mi cuenta de Instagram (@clelia_ponteri), donde iré publicando mis avances en los preparativos del viaje y de la travesía en sí.
¡Estaremos atentos Clelia! ¡Mucha suerte con tu aventura!