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La transpirenaica de Mamen Etxaniz (1ª parte)

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A comienzos del verano de 2020, una vez que habíamos dejado atrás el confinamiento estricto y bajábamos la primera ola dando tumbos, pareció que la cosa se calmaba un poco. Aún estábamos muy lejos de superar la crisis, ahora lo sabemos, pero de alguna forma tuvimos un breve espejismo de normalidad. Puede que fuera el ojo de la tormenta, uno de los muchos ojos que hemos atravesado desde entonces, cada cual más pequeño que el anterior; pero en cualquier caso, quien más quien menos trató de aprovechar ese ojo para recuperar el tiempo perdido dentro de las escasas posibilidades que la situación ofrecía. La prudencia aconsejaba que fuera cerca de casa y a la vez lejos de aglomeraciones. No todo el mundo le hizo caso, pero ese es otro tema.

Por suerte para nosotros, este país no es pobre en lo que a espacios naturales para perderse se refiere. A veces los obviamos para soñar con parajes lejanos, exactamente igual que no visitamos los museos de nuestra ciudad pero hacemos cola para ver los de ciudades ajenas; y sin embargo están ahí, cargados de aventuras potenciales al alcance de nuestra mano.

Mamen Etxaniz lo tuvo claro: era el verano perfecto para llevar a cabo uno de esos proyectos que siempre relegamos al cajón del “algún día”; era el momento de la Transpirenaica. A partir de aquí dejamos que ella nos cuente las primeras etapas. Las siguientes las ha dejado pendientes, porque hay mucho mundo que disfrutar ahí fuera y no se puede estar todo el día escribiendo…

 

De Cadaqués a Núria

 

Me organizo el viaje hasta Cadaques para comenzar el GR11, rumbo hacia el este, siempre con el sol a mi espalda. Es un detalle importante, estamos a finales de junio, el sol comienza a calentar y quiero evitarme sudores innecesarios.

Según conduzco hacia Figueres -allí dejaré el coche alquilado- me voy imaginando toda la extensión del Pirineo que voy a atravesar caminando. Se me hace inmenso, como siempre, pero a estas alturas sé como funciono, día a día, pasito a pasito y solo pienso en llegar a Cadaqués y disfrutar de una noche junto al calor del Mediterráneo.

Empiezo a organizarme para salir temprano de este precioso pueblo. Busco la forma de acercarme al Cap de Creus. Contrato un quad que me acerca hasta allí. Surge la pregunta que escucho cada vez y que escucharé muchas veces aún: <<¿A dónde vas sola?>> <<Pues, quiero llegar al Cantábrico siguiendo el GR11″ —explico>>. <<Anda, pues no eres la primera, te encontrarás con más gente que tambien ha subido conmigo ¡Suerte!>>

 

 

Como en todos los inicios de una larga travesía mi corazón palpita rápido, me tengo que recolocar y situarme adecuadamente para comenzar, para seguir bien la ruta. Un buen arranque siempre favorece una buena ruta. Los turistas me miran extrañados caminando bajo el peso de mi gran mochila. Pesa, pero pienso que ya me iré haciendo…

Veo que la ruta me lleva hacia los acantilados y me gusta, gozo del maravilloso día de sol, camino de Port de la Selva, empiezo a disfrutar. Me pasa un chico cargadísimo, lleva un supermochilón del cual cuelgan mil y una cosillas. Nos saludamos. Ambos coincidiremos en la ruta a realizar, pero con la gran diferencia de que él la hará en autosuficiencia: tienda, hornillo, ropa, etc., unos 25 kg de peso. ¡Qué joven y animoso lo veo! Nos intercambiamos los números de teléfono para estar en contacto en la ruta e intercambiar información. Nos despedimos deseándonos la mejor suerte del mundo. Él no la tendrá.

Me llamará a los 13 días para decirme que abandona, que ya no puede más y que se vuelve a Madrid. <<Mamen, me ha podido la soledad —me dirá—. He querido ir rápido, pensaba que lo controlaba pero todo se me ha hecho demasiado grande. ¡Suerte y adelante que tú puedes!>> Una pena. Pero en fin, tranquilidad, yo a lo mío, que bastante tengo.

 

mamen en el piri

 

Alargo la tarde para acercarme hasta Llançà. En al albergue empiezo a organizar mi siguiente hospedaje (como haré todos los días) y veo que el Covid nos tiene guardada otra sorpresa. Cantidad de hospederías están cerradas, nadie contesta. Al final, desde este albergue se prestan amablemente a recogerme en Espolla, a donde llegaré mañana, se lo agradezco de mil amores, pues empezaba a verlo mal.

Dejo atrás el mar y empiezo a integrarme en este paisaje pirenaico- mediterráneo. Las montañas se hacen amenas a la vista, no asustan tanto como el Pirineo Central, pero todo llegará. El primer cartel me recuerda todo lo que me espera. No quiero pensar en ello, ahora, quiero disfrutar de esta libertad total, sin que el reloj me diga que tengo que volver a casa pues mi tiempo de paseo ha terminado

Me cruzo con ciclistas que van también por la Transpirenaica en BTT, ¡qué envidia! Agur!

Llego a Espolla y comienzo a buscar hospedaje, está difícil pero finalmente localizo una persona que se presta a abrirme su Casa Rural, antiguo castillo de Espolla, y muy bonito, por cierto. Es un matrimonio mayor que viven los dos solos. Mantenemos una charleta entretenida después de una ducha relajante. En el pueblo hay un antiguo casino en el cual me homenajeo con una suculenta comida. 

 

Mamen en Espolla

 

Hasta ahora los bosques de alcornoques han sido mis compañeros, nunca los había tenido tan cerca. Veo que estan cortando sus cortezas, todas a la misma altura. Parece que es la zona más amable y que mejor crece del árbol, y por eso la aprovechan. Necesitarán otros diez años como mínimo para que su corteza sea nuevamente utilizable.

Según avanzo, mis pensamientos están en Nepal, en la anterior travesía. Qué distinto es todo aquí. Ya me lo imaginaba, pero ahora como que lo extraño más. Se echa de menos a la gente que vive por las montañas y que da vida a las mismas, a las praderas, a los pueblos… Intento abstraerme y que mi cabeza no se distraiga con pensamientos extraños. Cuanto más a gusto esté mi cabeza todo fluirá más fácil.

Tras pasar por el castillo de Talaixa, todo está cerrado y me da tristeza. Aún así sigo la marcha, ya que quiero cruzarme con unas cabañas en las que según mis notas podré comer algo. Y así es, unos chicos jóvenes que están aprendiendo el mundo del pastoreo me invitan a su cocina y compartimos la comida. Para su sorpresa, traigo queso de Urbia y uno de ellos se emociona, pues ha compartido dias de trabajo por allí con pastores de la zona.

Tras una fuerte subida y cambio de valle, comienzo a bajar hacia La Junquera, pueblo de frontera, ambiente extraño, mucho camionero y mucha señorita…

He decidido quitarme peso de la mochila (¡dónde andará mi fiel sherpa Ashis!) y tras localizar la forma de enviar el paquete, preparo una bolsa con los trastos. Todo parece ínfimo y ligero en casa, cuando preparamos la mochila, pero aquí todo cuesta mucho más, y quiero caminar más a gusto. No me apetece sufrir en balde.

 

memen en un carrito camino de cadaqués

 

Estoy en la Garrocha, que significa tierra aspera, de mal andar, y define muy bien su relieve salvaje. Me dirijo hacia Macanet de Cabrenys, tierra de caza. Allí unos jabalíes me pillan despistada y me dan un buen susto.

Bonitos pueblos estos, que se mantienen vivos y nos ofrecen la posibilidad de disfrutar de estos parajes. Aquí se vive la historia de los tiempos de guerra y de éxodo hacia Francia, de la ruta hacia el exilio.

Hoy toca final de etapa en Albanya, el guarda me ha dejado la llave del albergue debajo de una piedra y no hay nadie dentro, imaginaos cuánta gente camina estos días por aquí. También hay poquita gente en el pueblo, pero como en todos, a la hora del café hay buen ambientillo, historietas de pueblo, de la vida, etc.

Hoy me toca una etapa muy larga hasta Beget, Alta Garrotxa, pasaré junto al Refugio Talaixa. Debo tener cuidado con el agua, pues hace mucho calor, hay pocas regatas de agua, el bosque es muy cerrado y el terreno muy rocoso.

Al final, como siempre, estos pequeños pueblos vivos del Pirineo harán que la llegada a Beget sea una verdadera gozada. Inmejorable atención y predisposición hacia el caminante. Me dejan los desayunos preparados todos los días bien temprano.

Hoy vamos a pasar por Mollo, vamos saliendo de la comarca de la Garrocha y comienza a aparecer el Pirineo más alto. Pasamos junto al Cami de la Retirada, otra vez historias y recorridos de la Guerra Civil española.

Dejamos la Alta Garrocha y llegamos al pueblo de SetCases, comarca del Ripolles y cabecera del Rio Ter. No encuentro ningún lugar para dormir y tras una larga cerveza en el único bar abierto, charlando con un monitor de nieve veterano con muchas historias que contar, termino en casa de una amiga suya que también es pensión. No puedo pedir más. Cae una buena tormenta de verano, pero yo estoy bien asentada en mi camita. No problem.

Comienzo haciendo autostop pues tengo 5 km de asfalto hasta el comienzo de mi senda. Inmediatamente me recoge un gentil montañero que también caminará después conmigo un buen rato por la estación de Walter 2000. El mundo es muy pequeño, conoce mi pueblo, Azpeitia, parece que le gustó mucho. 

Hace mucho viento pero voy como una moto. En el collado veo los primeros neveros, al otro lado veo Francia. La Cerdanya comienza a aparecer también, pero yo descenderé hasta Vall de Núria. Termino el día con más charletas, un trabajador del Tren Cremallera me pregunta ¿Y tú de dónde vienes y a dónde vas? ¿No serás vasca? Oye, ¿conoces un pueblo que se llama Azpeitia? Buenos recuerdos, buena charleta y subo al albergue de Núria a pasar la noche.  Si uno está contento con lo que hace y ve que sus sueños se cumplen… no hay mayor felicidad; no hay fatiga que pueda con eso.

 

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08 Abr, 21

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