Sistemas de purificación de agua

La semana pasada los chicos de Descubre Sin Límites nos contaban de qué productos de Columbus nos podemos valer para procurarnos una hidratación correcta durante nuestras actividades de montaña y aire libre. La oferta es variada y se adapta a todo tipo de actividades. Podéis repasarla aquí.

Siguiendo con el tema de hidratación, hoy queremos hablaros, no tanto de la manera de transportar el agua como del suministro de agua en sí. Y es que, en actividades de cierta duración, es inevitable que tengamos que aprovisionarnos de agua sobre la marcha ¿Se puede rellenar la cantimplora en cualquier parte? ¿Cómo podemos asegurarnos de que el agua que recogemos es potable? Hablemos de purificación.

¿Hay que purificar el agua recogida en la naturaleza?

Gran parte de la geografía de nuestro país está sometida a un fuerte estiaje. El estiaje hace referencia al nivel más bajo o caudal mínimo de un río u otra corriente durante una época del año determinada. Si el caudal de un río es bajo, la velocidad a la que fluye también lo es; y en términos de pureza del agua, hay una relación clara, aunque no infalible, entre velocidad y seguridad. No es casualidad que, cuando recargamos agua en un riachuelo que nos encontramos de camino, tendamos a hacerlo en tramos en los que el agua fluye rápida, y no en las pozas en las que se la ve estancada.

De todas formas, como hemos dicho, que el agua fluya rápida no es garantía infalible de que sea potable. La presencia de ganado en cotas superiores represente otro peligro, tanto por sus deposiciones como por la posibilidad de que el cadáver de un animal haya contaminado un curso de agua.

¿Y qué ocurre con la nieve? Mucha gente piensa que la nieve no representa ningún peligro una vez fundida, pero hay que tener en cuenta que la nieve no contiene minerales, y la falta de minerales en el agua puede causarnos problemas de deshidratación, paradójicamente. En cualquier caso, este es un problema de mineralización, no de potabilización, por lo que no trataremos de ello en este artículo.

Así que, ¿es recomendable purificar el agua? La respuesta es sí, siempre que no se conozca su origen.

¿Cómo lo hacemos? Pues bien, actualmente hay cuatro sistemas.

El hervido

Es el método más tradicional, pero resulta claramente engorroso en la mayoría de las situaciones. No parece razonable apostar por un sistema que te va a obligar a transportar un hornillo, un cartucho de gas, un recipiente de aluminio y que, además, te va a llevar media horita cada vez que recargues agua. Eso por no hablar de que el agua hierve a menor temperatura a medida que ganamos altura (debido a la presión atmosférica), por lo que es posible que ni siquiera estemos matando a todos los patógenos si nos limitamos a esperar a que el agua burbujee antes de embotellarla.

Dicho esto, el hervido (bien hecho, a 100º C) es un método muy eficaz para matar todo tipo de patógenos y, en actividades en las que se vaya a hacer noche en algún lado, nos permite, al menos, saber que el agua con el que cocinamos está limpia.

La potabilización química

Es el método más utilizado por la comodidad que supone, ya que solo son necesarias unas pastillas diminutas para purificar un litro de agua. Pero este sistema también tiene sus inconvenientes. Para empezar, es necesario esperar un buen rato a que las pastillas hagan efecto y, además, dan al agua cierto sabor a cloro. Es cierto que se ha mejorado mucho en esto; hace unos años beber agua potabilizada con pastillas era como pegar un trago de una piscina, hoy en día es un simple regustillo. También sucede que con agua muy fría la eficacia desciende. Esto se puede corregir con una dosis mayor, pero eso supone más sabor y mayor gasto. Y es que podríamos añadir a la lista de inconvenientes el precio. Si somos montañeros ocasionales, sin duda las pastillas son la opción más rentable, pero a nada que seamos un poco activos, nos resultará más rentable apostar por un método físico de potabilización. 

El fitrado

La efectividad de los filtros de agua depende del diámetro de filtrado. En el agua podemos encontrar tres tipos de patógenos: los parásitos, que son bastante grandes y se eliminan fácilmente con un filtro; las bacterias, más pequeñas, pero que también son filtradas por los potabilizadores físicos; y los virus, que son mucho más pequeños y, por tanto, pueden escapar a los filtros. Sin embargo, hay que decir que en entornos de montaña no suele haber virus en el agua.

La ventaja evidente de los filtros de agua es la inmediatez. Con ellos podemos recargar agua y beber directamente sin peligro. El inconveniente principal, hasta ahora, era el espacio que ocupaban. Sin embargo, eso ha cambiado en los últimos años gracias un cambio de concepto. Hasta hace no mucho los filtros filtraban el agua entre el riachuelo y el bidón. Ahora hay sistemas que se acoplan a la boquilla (o boquillas filtradoras), que filtran el agua en el camino entre el recipiente y nuestra boca. Estas boquillas meten el filtro dentro del recipiente, por lo que, en realidad, no se puede decir que ocupen espacio extra en la mochila.

Otro concepto ultraligero son los “chupacharcos”, una especie de filtros pajita que permiten beber de donde sea por succión.

La purificación ultravioleta

La purificación por rayos ultravioleta es el último avance que se ha dado en este campo. Su ventaja principal es que solo hay que transportar un pequeño aparato de apenas 140 gramos para deshacerse rápidamente del 99,9% de los patógenos presentes en el agua. Además, al ser dispositivos electrónicos, pueden avisarnos de cuando se ha completado la potabilización. El inconveniente principal es el precio, bastante superior al de un filtro medio, y la batería. Al final, cada vez dependemos más de la electrónica en todas las actividades de montaña y eso acaba obligándonos a transportar baterías externas, con lo cual, lo que nos quitamos por un lado, lo ganamos por el otro. En cualquier caso, si somos muy activos y no llevamos a cabo actividades muy largas, los aparatos de purificación por ultravioleta son una opción inmejorable.

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