menu

+34 943 76 90 56

Blog

EXPEDICION ARSUARA. KURDISTAN TURCO EL PUEBLO QUE ME ENAMORÓ

posteado en Aventureros Columbus, Senderismo y Trekking por

Por Raquel (@raqueltoots)

En las inhóspitas tierras del Kurdistán, donde la bravura y la destreza son moneda corriente, mi odisea comenzó entre los escarpados paisajes del campo base del Damavand en Irán. Allí, en medio de la desafiante naturaleza, se cruzó en mi camino Orhan, un intrépido guía kurdo. Su presencia no fue mera casualidad, sino el destino trazado por las estrellas, un vínculo forjado en la lucha contra los elementos.

Mi frustración por los obstáculos que impedían mi ascenso se disipó al conocer a Orhan, quien me reveló la verdadera esencia de su pueblo. Los kurdos, guerreros indomables, no se asemejaban a los iraníes en su espíritu y determinación. La experiencia me enseñó a confiar en sus palabras, a sentir en carne propia la fuerza de su carácter.

Acompañada por un equipo excepcional, la expedición ARSUARA se convirtió en un viaje de descubrimiento y camaradería. Cada miembro aportó su valía: Toñuco, el bromista incansable; Alberto, el reconfortante abrazo en medio del frío; Guillermo, la serenidad en la adversidad; Pablo, el médico sabio que curaba tanto el cuerpo como el alma; y Kike, el alma tranquila que irradiaba ánimo y comprensión. Juntos, nos convertimos en una familia, cuidándonos mutuamente en cada paso del camino.

El desafío real estaba en conquistar los tres volcanes más imponentes del Kurdistán turco: el Artos, el Suphan y el añadido de último momento, el Nemrut. Las condiciones climáticas adversas pusieron a prueba nuestra resistencia, con nevadas, vientos gélidos y temperaturas extremas. Pero nada detuvo nuestra determinación, excepto quizás la impredecible furia de la naturaleza en el monte Ararat, donde nos quedamos a meros metros de la cima.

A pesar de los contratiempos, cada cima alcanzada fue una victoria, especialmente el Suphan, que nos llevó once agotadoras horas de ascenso. El trabajo sanitario y educativo, aunque fugaz, dejó una huella imborrable en las vidas que tocamos, desde los pacientes del doctor hasta los niños que encontramos en las calles, cuyas sonrisas eternas nos recordaban el verdadero valor de nuestra misión.

Y qué decir de la gastronomía local, un festín para los sentidos en cada bocado, especialmente en Dogubayazit, donde los manjares deleitaban hasta al paladar más exigente.

En definitiva, la expedición ARSUARA se convirtió en un tesoro de recuerdos, un viaje de aventura y solidaridad que atesoro con cariño entre mis vivencias más preciadas.

Deja tu opinión

15 Mar, 24

posts relacionados