Mamen Etxaniz, el mundo como un patio de juegos

En Columbus estamos orgullosos de contar con la colaboración de un buen grupo de aventureros, trotamundos y viajeros que confían en nuestra marca y que, en sus muchas y muy variadas andanzas por el mundo (trekkings, ultramaratones, rutas cicloturistas…) tienen a bien poner a prueba nuestros productos sobre el terreno. Sus experiencias nos ayudan a ser mejores y a desarrollar material de mayor calidad.

Hoy nos complace anunciar la incorporación a ese pequeño grupo de aventureros de una mujer de la que, a partir de ahora, vamos a oír mucho por aquí: Mamen Etxaniz.

Mamen lleva más de 40 años viajando y practicando todo tipo de deportes al aire libre; una afición que hasta hace poco tenía que compatibilizar con un empleo estable. Sin embargo ahora, prejubilada y con su apetito por la aventura intacto, el mundo entero se le queda pequeño. Ella misma nos cuenta cómo afronta esta etapa:

Han sido muchos años de trabajo combinado con viajes rápidos e infinidad de actividades por todo el mundo. A pesar de que todos ellos han sido necesariamente cortos, de cada viaje he obtenido siempre una satisfacción plena. Pero ahora, por fin, puedo disfrutar de mi momento full time, como dicen por ahí.

Pienso que las múltiples actividades a lo largo de tantos años (montaña, triathlon, ski, running, ciclismo…) me han dado el bagaje suficiente para afrontar más y mejores retos en esta etapa de mi vida.

He sentido la dureza de las alturas en varias expediciones por los Andes y el Himalaya; he disfrutado y padecido la dureza de muchos inviernos en varios viajes de ski por todo el mundo; las carreras en bicicleta me han enseñado a medir mi capacidad de aguante; y los maratones a controlar mi cabeza…

Tal vez todo ello me condujo, hace dos años y recién prejubilada, a sentirme perfectamente preparada para un gran reto: recorrer en solitario la legendaria Ruta 66 en bicicleta. Fueron 55 días en los que aprendí muchísimo, pedaleando a lo largo de 3.450 kilómetros (el mal tiempo me obligó a hacer 550 km en autobús), recorriendo espacios inmensos en completa soledad, luchando contra el viento, conociendo a gente genial… Una experiencia TOTAL que me llenó muchísimo y me animó a seguir conociendo el mundo desde mi bicicleta.

Así me vi, el año pasado, pedaleando otra vez, en esta ocasión por una ruta que, en lugar de unir dos costas, transcurre íntegramente junto a una, la del Mediterráneo. La Eurovelo 8 une Grecia con Cádiz sin alejarse nunca del mar. Así, se pedalea junto al Jónico en Grecia, el Adriático en Croacia, Eslovenia e Italia, y el Mediterráneo en Italia, Francia y España. 

Yo no llegué a Cádiz; decidí terminar en mi casa, en Azpeitia (Gipuzkoa), así que algún día tendré que pedalear hasta el estrecho para dar por cumplido el viaje… En cualquier caso, aunque las comparaciones son odiosas, a mí aquel viaje me sirvió para valorar aún más nuestra costa europea, su inmensa cultura, su Gastronomía, y por supuesto sus gentes. 

Terminé el año redescubriendo el invierno en Japón. Y digo “redescubriendo” porque, aunque pensaba que conocía el frío y el invierno, el esquí en aquel remoto país me permitió conocer una nueva nueva dimensión del invierno. Algo que solo puedo definir como tridimensional; también por la cantidad de nieve y de frío.

Ahora que los días se alargan y la temperatura sube, es tiempo de retomar a mi amiga de dos ruedas. Dentro de unos días pondré rumbo a la costa del Atlántico siguiendo otro de los trayectos Eurovelo, en este caso el número 2. Francia, Inglaterra, Irlanda… No sé hasta donde llegaré, ni tampoco importa realmente. Me gusta pensar que, como escribió William Ernest Henley: «Soy el amo de mi destino, soy el capitán de mi alma».

Por nuestra parte podemos decir que, desde Columbus, seguiremos y apoyaremos a Mamen en todas las aventuras que su destino le tenga reservadas.

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