Tree climbing: jugar a hombros de gigantes
posteado en Columbus Experience por Jon Pérez Feito
Dice un conocido proverbio que en esta vida hay que hacer tres cosas: escribir un libro, plantar un árbol y tener un hijo. Nos atrevemos a añadir que ese árbol hay que plantarlo para que, llegado el día, trepen a él nuestros nietos, y que si fueran cuatro las cosas que hubiera que hacer en la vida, la cuarta sería encaramarse al árbol de nuestros abuelos.
Trepar a un árbol ha sido juego de niños y temor de madres desde la noche de los tiempos. Aún hoy, aunque nos empeñamos en decir que nuestros hijos no juegan como lo hacíamos nosotros (todas las generaciones lo dicen), pocas cosas hay tan tentadoras para un niño como un buen árbol que exhiba una sugerente rama horizontal al alcance de un salto. A cierta edad el árbol puede ser objeto de desafíos, escenario de competiciones, un refugio, una fortaleza…
Pero no resulta menos mágico ni nos atraen menos sus ramas cuando el árbol pasa a ser simplemente eso, un árbol.
Es cierto que llega un momento (o una edad) en el que conviene empezar a usar un buen anglicismo si se pretende subir a un buen árbol sin ánimo de recolección o intención de poda. Al parecer, usar palabras en inglés ha sido siempre una forma efectiva de dar cierta pátina de respetabilidad a disciplinas que daban sus primeros pasos. Piensa en cómo te hubieran mirado hace cincuenta años si hubieras dicho que te marchabas a dar vueltas corriendo alrededor de la manzana, o si hubieras dicho que te ibas a meter en el mar a ver si alguna ola te arrastraba subido a una tabla. Llamarlo running (en realidad footing, al principio) y surfing sonaba mucho más digno a oídos del escéptico.
Así que hablemos de tree climbing. Puede que esta actividad se encuentre actualmente en nuestro país en ese estado primordial en el que su sola mención hace levantar una ceja y creer que se está ante un problema de madurez, pero eso hace mucho que no ocurre en otros países y estamos seguros de que pronto tampoco ocurrirá aquí. ¿Por qué? Porque tenemos grandes árboles para practicar tree climbing y porque todavía hay adultos a quienes les fascina la aventura.
Un poco de historia
Lejos de ser una moda reciente, el tree climbing hunde sus raíces en la industria maderera norteamericana y canadiense de finales del siglo XIX. Como ha ocurrido con tantos otros oficios, lo que al principio era una práctica estrictamente laboral pronto dio pie a apuestas y desafíos en los campamentos madereros. Estas competiciones, que suponemos fueron muchas, se mantuvieron de manera informal hasta que en 1976 la International Society of Arboriculture organizó su primer campeonato internacional; un evento que desde entonces ha venido celebrándose anualmente sin excepción.
Sin embargo, fue en 1983, a raíz de la fundación de la Tree Climbers Internacional Inc. por parte del arborista y ex escalador Peter “Treeman” Jenkins cuando la trepa de árboles se convirtió en una disciplina recreativa. Desde su base en Atlanta, Jenkins ha difundido durante años las técnicas de aseguramiento y entrenamiento que han permitido que poco a poco se vayan formando cuadrillas de aficionados por todo el mundo. Hoy “los trepas” son legión en Estados Unidos, Canadá, Japón, Australia, China, Europa y varios países de África.
Tree climbing en España
En nuestro país, de momento, la trepa de árboles recreativa está prácticamente limitada a los parques de aventura en los que se siguen ciertos circuitos equipados que permiten pasar de unos árboles a otros. Nada que ver con el tree climbing en sí. Sin embargo, las técnicas de trepa se usan a diario en trabajos de arboricultura. Por lo tanto, ese entorno de escuelas profesionales bien podría ser el modo de iniciarse en esta actividad.
Porque sí, conviene adquirir cierta formación y equipo antes comenzar a trepar árboles por nuestra cuenta. En primer lugar porque la actividad no deja de entrañar ciertos riesgos, y si bien la trepa en sí puede parecer algo intuitivo, no siempre lo es, y en cualquier caso los métodos de aseguramiento definitivamente no lo son. Pero además, la formación es importante porque no todo vale para trepar a un árbol. Hay que tener en cuenta que esta actividad no consiste en moverse por un entorno natural inerte, como podría ocurrir con la escalada en roca; aquí el escenario es un ser vivo de pleno derecho. Es una diferencia importante: en escalada en roca, si rompes un canto o equipas una vía con expansivos, habrás alterado el escenario; aquí, si rompes algo, habrás dañado un organismo, un organismo capaz de sufrir infecciones, capaz de morir.
Y es que la trepa de árboles por placer suscita sus propias cuestiones éticas. En general, la actitud que predomina hacia los árboles entre los tree climbers es de total respeto, casi de reverencia, así que no es de esperar que ningún “trepa” haga nada malo a un árbol de manera consciente. No encontraremos entre ellos gente que grabe su nombre en la corteza, que emplee espuelas para abrirse paso hasta lo más alto o que desbaste ramas para estar más cómodo. Sin embargo, el éxito de la disciplina, por muy respetuosa que sea, conlleva sus propios riesgos. Una empresa de Oregón especializada en material de tree climbing para uso recreativo, New Tribe, Inc., reconoce, o en su caso se felicita de que el negocio crezca a un ritmo anual de entre el 20% y el 30% . Cabría preguntarse si para algunos árboles emblemáticos por su porte, altura o edad tanta admiración puede llegar a ser contraproducente.
Cuando los naturalistas Chris Atkins y Michael Taylor descubrieron en 2006 a Hyperion, al árbol más alto del mundo, decidieron mantener su paradero en secreto. De él solo sabemos que es una sequoia sempervirens de 116 metros que crece en algún lugar del Parque Nacional de Redwood, en California. Con su secreto, Atkins y Taylor pretenden proteger este majestuoso ejemplar de los curiosos, los que querrían escalarlo y los que no. Y es que muchos árboles célebres han pagado su fama con la asfixia: a base de pisar la tierra de alrededor, los visitantes van compactando el manto del que se alimenta, haciendo que para el árbol sea cada vez más difícil extraer agua y nutrientes. Eso es lo que le pasó a O Avo, el que fuera considerado árbol más alto de España y al que han tenido que ponerle una valla alrededor para evitar que la gente se acerque.
La masificación en la trepa de árboles, si llegase a producirse, sería un problema como lo es, en realidad, cualquier otra actividad que crece incontroladamente, pero aún estamos muy lejos de eso. En España, de hecho, se podría decir que está todo por hacer. No son pocos los ejemplares de altura y porte considerables que aún no ha subido nadie. En cualquier caso, el tree climbing no va de coleccionar ejemplares gigantes de edad inmemorial (que además suelen estar protegidos), sino de responder a esa llamada de los árboles, grandes y pequeños, que de niños escuchábamos tan claramente. Teniendo en cuenta que se calcula que en España hay unos 7.000 millones de árboles, los tree climbers de esta parte del mundo tenemos patio de juegos para sentirnos como niños el resto de nuestras vidas.